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sábado, 21 de febrero de 2009

Lavanda







LAVANDA



—Canción de cuna,
abrazo arrugado de tiempo,
cadencia de infancia—.



Con el tiempo a tu favor
encontrabas la forma de encantar la tristeza,
destejiendo tu canto me soñabas un mundo
que tus manos perpetuas tallaron en mi memoria,
acunada en tus brazos escapaba al castillo
donde mi largo pelo esperaba al amor.

Abrías para mí tu caja con tesoros
llenándome los labios de conjuros secretos,
asomada a tu hamaca bordabas los recuerdos
traídos del murmullo que dejó tu juventud,
inventabas estrellas con sus hilos de plata
que mis ojos seguían para calmar la pena,
presentías siempre mis pasos de insomne
arrullando mi miedo con tus huellas.

Entras como el viento que sigue a la lluvia
trayendo las respuestas
a mi casa de niña,
invades con tu aroma
el tiempo de mis juegos,
hechicera del país de Sherezade,
déjame contarte ahora
la historia
que dejaste inconclusa.

Cardos






CARDOS


—Máscaras de porcelana
dentro del grito mudo
esconden el secreto—.


Empolvada de arroz
abres la puerta del sueño
tu fe despierta el recuerdo
de los pasos
herida.

Caminas, sin sombra
por el margen de la infancia
y tu piel se quema con el sol
descubierta.

Hemos andado persiguiendo ángeles
desmenuzando las horas
a la intemperie de las preguntas
desconsolada.

Cruzamos ese límite
y casi en el vacío
propusiste volver a echar la suerte
rota en un bar.

Toma mi boca
llenemos el aire de libertad.